Londres, primavera de 1955.
A principios de los años cincuenta, en una Inglaterra aún convaleciente de la Segunda Guerra Mundial, un joven ingeniero británico comenzaba a trazar el destino de uno de los nombres más legendarios del automovilismo: Lotus. Se llamaba Colin Chapman, y con apenas 24 años, ya era un visionario dispuesto a romper las reglas del diseño automotriz. En 1952, mientras aún trabajaba a tiempo completo como ingeniero aeronáutico, Chapman dedicaba sus noches y fines de semana a crear coches de carreras en su pequeño taller. El resultado de esa pasión daría lugar a su primera gran creación: el Lotus Mk VI.
Aunque Chapman ya había desarrollado modelos previos, el Mk VI se considera el primer "verdadero" Lotus. No tanto por la apariencia, sino por su arquitectura: un chasis multitubular con paneles remachados que, si bien usaba componentes de automóviles populares, era 100% diseño de Chapman. Él mismo lo describía como “el coche de altas prestaciones más simple, más elemental que se pudiera concebir para dos personas... una moto sobre cuatro ruedas”. Y no exageraba. El Mk VI era un ejemplo brillante de simplicidad funcional, ligereza y eficiencia.
En plena época de escasez y altas tasas impositivas, Chapman tuvo una idea ingeniosa para sortear la “purchase tax”, un impuesto que gravaba los coches completos. Ofreció el Mk VI en forma de kit, es decir, desmontado en piezas, para que cada comprador lo montara por su cuenta. Una solución que, además de económica, conectaba directamente con el espíritu del aficionado británico, siempre dispuesto a ensuciarse las manos en su propio garaje.
Pero la verdadera clave del éxito del Mk VI estaba en la competición. Chapman sabía bien que los triunfos del domingo significaban ventas los lunes. Por eso, el coche fue concebido con un solo objetivo: ganar carreras. Los primeros clientes optaron por montar motores Ford Ten de 1.172 cc, ideales para las competiciones del 750 Motor Club, una popular fórmula amateur que servía de cantera para pilotos y preparadores.
El 19 de septiembre de 1953, el propio Chapman sorprendía al mundo al competir en el Anerley Trophy contra pilotos de primer nivel, incluido el norteamericano Bob Said y su potente OSCA 1500. Chapman, al volante de su ágil y liviano Lotus, firmó “la carrera de su vida”. Aquella victoria puso al Mk VI en el mapa del automovilismo británico.
Poco después, el prestigioso semanario "Autosport" publicó una prueba firmada por John Bolster, que describía al Lotus como “la mejor tentativa que nunca se ha hecho para ofrecer a un aficionado un coche de competición a un precio acorde a sus medios”. Con apenas 432 kg de peso, el Mk VI era capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en solo 12,6 segundos, y alcanzar los 142 km/h con el humilde motor Ford de 40 CV. ¿El precio? 425 libras, todo nuevo. Un coche de carreras real, al alcance de los entusiastas.
Las buenas críticas y los éxitos deportivos pronto se tradujeron en ventas. Uno de sus primeros compradores fue Gérard Crombac, joven piloto y periodista, redactor jefe de "Sport-Auto", que se convertiría en gran amigo y confidente de Chapman. Los beneficios generados por las 110 unidades del Mk VI —con motores que iban desde los 750 cc hasta los 2 litros— permitieron a Chapman desarrollar nuevos modelos más ambiciosos como los Lotus Mk VIII, IX, X y Eleven, e incluso dar el salto a las 24 Horas de Le Mans.
Pero el espíritu del Mk VI no murió con su cese en 1955. Las demandas de un coche más accesible y menos sofisticado que el Eleven llevaron a Chapman a desarrollar un nuevo modelo: el Lotus Seven. Presentado en el Salón de Londres en 1957, su precio en kit era de 587 libras. Con un chasis aún más simple, componentes reutilizados de modelos Ford y Standard, y una carrocería ligera de aluminio, el Seven era el heredero directo del Mk VI. Y como su antecesor, se ofrecía como kit, manteniendo vivo el espíritu del aficionado constructor.
El Seven evolucionó con los años: versiones SuperSeven, chasis mejorado, e incluso motores más potentes como el Coventry Climax. Pero el mayor giro llegaría en los años setenta, cuando Chapman, centrado en la Fórmula 1, vendió los derechos de producción a Graham Nearn, un concesionario Lotus de Caterham, en Surrey. Nearn rescató la esencia original produciendo el Serie 3, y así nació el Caterham Seven, que se sigue fabricando hoy.
Setenta años después, aquel sencillo coche de carreras nacido en un garaje sigue rugiendo. El espíritu de Chapman vive en cada curva tomada por un Caterham. Una prueba de que la genialidad, cuando va acompañada de pasión, puede trascender generaciones.
Fotos sacadas de:
https://saberdecoches.com/2021/04/lotus-caterham-seven/
Igual llama un poco la atención que tenga unos cuantos Lotus/Caterham Seven pero hay una explicación.
Yo soy un amante de los clásicos y uno de los coches que tuve fue una replica de Lotus Seven, concretamente un Wesfield SE de 1988 con motor Ford Pinto 1.6 c.c., de ahí mi cariño por este modelo de Scalextric Inglaterra / Superslot.
El coche de slot:
El coche de slot es divertido, pero con imán, casi tanto como el de verdad. Una copa monomarca tiene que tener su encanto.
Como veis, hay de varias épocas, de calle y de competición, Lotus y Caterham y, cuando encuentro algo a buen precio se viene para casa.